Discurso de don Jaime Castillo Velasco en el funeral de José Manuel Parada, Manuel Guerrero, Santiago Nattino.

La Comisión Chilena de Derechos Humanos, por mi intermedio, rinde homenaje a las víctimas de estos crímenes abominables.

Hemos visto una crueldad desnaturalizada, una premeditación llevada a su último grado de eficiencia, un sentimiento de absoluta Impunidad.

Quizás cabe decir que, históricamente hablando, los chilenos no conocíamos este grado de perversidad delictuosa.

Estamos convencidos de que el crimen es político. Ha tenido por objeto arrancar la vida a hombres a quienes se Imputa un pensamiento político y a producir consecuencias en ese mismo orden.

En presencia de los restos mortales de estos ciudadanos, convertidos hoy en mártires de todo un pueblo, no vamos a levantar una voz de acusación contra alguien. Pero, vamos a decir claramente que de los hechos derivan responsabilidades muy severas. Es Imposible ya limitarse a replicar con argumentos discursivos.

La verdad tiene que salir a la luz. La justicia debe imponerse. Nadie puede excusarse, y menos quienes disponen de poder.

Para quienes nos esforzamos por trabajar en el campo de los derechos fundamentales de la persona humana, esta fecha trágica cobra también el sentido de lo que debe ser la sociedad humana. Los crímenes son el fruto de una lógica de muerte y odio.

Nuestra memoria se vuelve hacia estas familias tan atrozmente golpeadas. La nobleza de sus reacciones, ante el dolor sufrido, nos llena de valor. Se lo agradecemos profundamente. Ellas nos hacen inimaginable que la acción de otro ser humano haya sido capaz de ensombrecer, de este modo, sus vidas para siempre.

Recordamos en particular a Roberto Parada, tan digno en su vida, tan fuerte en su pena, consejero nacional de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, y a su esposa María, a toda su familia y les damos un abrazo acongojado, de corazón a corazón.

1 de abril de 1985.

* De nuestro archivo CEDOC-CCHDH