Declaración Comisión Chilena de Derechos Humanos (CCHDH) por el 11 de Septiembre
Para que el Hombre y la Mujer Caminen Libres por las Grandes Alamedas
Somos testigos que la convivencia nacional se ve amenazada ante la indiferencia y desafección social, como también de la descomposición de los lazos comunitarios que unen la sociedad chilena. Tenemos una sociedad herida de muerte por las profundas diferencias sociales entre los más ricos y los más pobres, quienes viven entre el endeudamiento sobrecogedor o la pobreza multidimensional más macabra. Todo esto, como consecuencia de una misma causa: “el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973”. A través de ese acto sedicioso y traidor, se destruyeron los diversos avances y progresos económicos y jurídicos dirigidos a realizar la justicia social por los diversos gobiernos transformadores, en última instancia, el gobierno democrático de la Unidad Popular, para reemplazarlos con la tiranía del individuo atomizado, supeditando la vida intelectual, comunitaria y espiritual al consumo, el consumo a la producción y la producción al lucro en el marco de la contra revolución neoliberal de los Chicago Boys.
Al respecto, dicho ataque a la soberanía nacional y a la Constitución de 1925, fue una ilegitima acción de fuerza premeditada, donde se unieron la intervención imperialista norteamericana en el contexto de la Guerra Fría y la sedición interna de grupos económicos, exclusivamente preocupados de la amenaza que veían cernirse sobre sus extensas propiedades, que termino por romper el orden constitucional.
Fue un acto de violencia unilateral sin fundamento jurídico, falsamente avalado por una mayoría relativa circunstancial en el parlamento, que además de ser ilícita, fue una traición del pueblo chileno, puesto que dio inicio a un experimento jurídico, económico y cultural que cambio la fisionomía social del pueblo través del terror y el uso del sadismo como forma de hacer política mediante torturas, violaciones, asesinatos, detenciones sin juicio, relegaciones, exilios y desaparecimiento de todo tipo de personas, desde mujeres embarazadas hasta menores de edad, de campesinos hasta profesionales, de muchas personas, de las cuales ninguna esta permitido olvidar.
Así, se instaló un aparato de represión para instaurar una concepción social económica de derecha que contraviene el contenido esencial de los Derechos Humanos, negando la condición de dignidad de la persona sometiéndola a la arbitrariedad y desposeimiento en la afirmación irracional de que la competencia descarnada motivada por el egoísmo sería fuente del bien común. Algo que no solo es un oxímoron, una contradicción en si misma, sino que, es la base de la instauración de una realidad injusta e indigna para las mayorías sociales, fenómeno que no ha sido tocado en lo sustantivo durante la transición democrática.
Por ello, además de continuar nuestro compromiso irrestricto con las víctimas de violación de Derechos Humanos en tribunales, como también, nos comprometemos a continuar colaborando con las organizaciones sociales y comunitarias, como también, las asociaciones gremiales, sindicales y estudiantiles disponibles para la formación integral en Derechos Humanos para el advenimiento de un porvenir en que se abran las grandes Alamedas y pueda, la mujer y el hombre libres, transitarlas, donde no existan silenciados, excluidos o olvidados, sino que, todos y cada uno, tengan lugar en la mesa de todos, nuestro Chile.
Así, hoy en día afirmamos que la lucha por una nueva Carta Fundamental no se encuentra clausurada como han señalado ciertos sectores políticos del país, pues la única solución a nuestra democracia herida es un nuevo ordenamiento jurídico creado por todos y cada uno para realización de los Derechos Humanos para el desarrollo humano integral de la persona como un todo, como un ser digno, único, irrepetible y merecedor del mayor respeto y amor.
No es posible imaginar una democracia política funcional en las condiciones actuales de nuestro país. Para que nuestra sociedad no sea el caldo de cultivo de la indiferencia, la desafección, el odio o la polarización social, se debe instaurar una verdadera democracia económica. La actual primacía del beneficio individual, del dinero especulativo y la producción desenfrenada fundada en el mero lucro, son la receta del colapso y fracaso de un país. ¡Por el bien de todos, primero los pobres!
No nos agotamos ni cansaremos de afirmar la necesidad vigente y primordial de una nueva Constitución escrita por el pueblo de Chile, que sea un verdadero pacto social de justicia, libertad y progreso, donde todos, especialmente los trabajadores y trabajadoras de nuestro país sean auténticamente protagonistas del devenir social. La plena realización del ser humano depende esencialmente de una auténtica consagración de los derechos y deberes innatos de cada uno, en donde la igualdad formal ante la Ley tome el siguiente paso, la igualdad sustantiva donde cada actor social pueda participar y gozar de las riquezas de nuestra Nación.
¡Para que el Hombre y la Mujer Caminen Libres por las Grandes Alamedas!