Declaración de la Comisión Chilena de Derechos Humanos (CCHDH) en relación a la violencia y vulneración de la infancia y adolescencia en Chile. Un llamado de Atención sobre el 24 de Octubre en el INBA

Cada Niño y Adolescente merece un Futuro de plena Dignidad, No de Indiferencia

Una Nación que es indiferente a sus hijos, es una Nación que convierte bosques en desiertos, y una crónica de una muerte anunciada. Solamente los necios e ignorantes son indiferentes al cuidado y la educación de quienes hoy viven el amanecer de sus vidas y, peor aún, indigno es aquel país que permite que su prole no cultive su intelecto y su salud física, exponiéndola, al contrario, a una vida de penosa servidumbre, condiciones paupérrimas y carencias indolentes.

Al respecto, podemos afirmar con certeza que, así como nuestro país eleva al oriente su majestuosa y blanca montaña, es bañado al poniente por su tranquilo mar, colinda al norte con el Perú y al sur con el Cabo de Hornos, alza también en su centro no un feliz Edén, sino injusticia. Observando nuestro Chile, vemos producidas grandes riquezas y erigidas exuberantes industrias extractivas y financieras, pero donde sea que pongamos nuestra mirada, se nos revela que la gran mayoría de los niños y jóvenes del país son privados de los aspectos esenciales de sus Derechos Humanos, expuestos a la pobreza material e inmaterial, a la violencia intrafamiliar, a la cultura de la muerte y los excesos, y a la represión e indiferencia de la autoridad.

La educación chilena no solo se ha convertido en un régimen de reproducción de clases sociales que perpetúa la segregación entre ricos y pobres, sino que carece de toda inculcación de la búsqueda de la verdad y las virtudes. Los medios de comunicación, las redes sociales e incluso la cultura comercial, constituyen ejemplos constantes del atentado que sufren la infancia y adolescencia, expuestas a conocer la corrupción endémica de las instituciones nacionales y las virulentas situaciones de pobreza. El acceso al consumo ya no es un disfraz eficiente para ocultar las tristes condiciones del sistema de salud, de la previsión social o del trabajo.

En dicha línea, lo acontecido en el Internado Nacional Barros Arana (INBA) el pasado 24 de octubre del presente año, fue expresión del fenómeno nacional y global de un trágico desamparo y las frustraciones que provoca, como también, del desorden social y moral producto de una infancia y adolescencia sin esperanzas, sin expectativas y sin sueños; otra manifestación de un clamor del que muchos deciden permanecer sordos, a pesar de que la historia reciente de Chile es, toda ella, un grito. Miles de jóvenes son seducidos por las bandas delictivas, por los extremismos efervescentes e intolerantes en redes sociales, por la venganza sustitutiva que castiga a sus congéneres con el bullying y el acoso. Así también, miles de estos episodios acontecen y seguirán aconteciendo, como ocurre en muchos lares del mundo, particularmente en los países anglosajones. Ellos son cosecha de lo cultivado por décadas de privación y detrimento.

Es lamentable el posicionamiento de los medios de comunicación y la derecha política, que han convertido esta desgracia en un festín para atacar a la izquierda política, como también es decepcionante la reacción de ésta última, que actúa al ritmo de lo vociferado por quienes hacen de la violencia un simple circo. La retribución violenta, la persecución y la represión han demostrado en Chile y el mundo una eficacia temporal, trastocándose en el curso del tiempo debido a su inutilidad ¿Acaso la violencia del Estado ha resuelto el narcotráfico? ¿Ha sido el uso de la fuerza una solución a la desintegración y los conflictos sociales? No. Por el contrario, solo allana una historia de vidas perdidas.

Como señala Cicerón, “errar es propio de cualquier hombre, pero sólo del ignorante perseverar en el error” (Filípicas XII.5). La disposición de las autoridades y de la oposición al gobierno es un craso error. En vez de atender a la infancia y adolescencia abandonadas, han vuelto a transformar un síntoma de sus incapacidades en un objeto de disputas banales. El nihilismo se cura con esperanza, la ignorancia con cultura, la violencia con paz, el hambre con comida.

Llamamos a las instituciones del Estado, como también, a los diversos actores sociales y políticos a comprender que la grandeza de una Nación se mide con el trato que se da a los más humildes, débiles y dependientes. Un país que no responde a las necesidades de sus habitantes está destinado a propiciar la flaqueza de su espíritu y, por tanto, a decaer y fracasar. Por ello, sin perjuicio de la correspondiente responsabilidad penal y civil de los responsables de los tristes hechos acontecidos en el INBA, exigimos que no se criminalice a los estudiantes, como tampoco, se les estigmatice como si fueran delincuentes u oponentes del orden, pues el principal enemigo de la paz social es la injusticia social que aleja a los niños y adolescentes chilenos de un sentido de pertenencia genuina a su devenir. Un país que no responde a sus hijos pierde gradualmente su autoridad moral.

Así, al estar comprometidos con la defensa de la dignidad humana y la realización de los Derechos Humanos en Chile invitamos a cumplir con la Convención de Derechos del Niño, Niña y Adolescente de 1989. A escuchar la Voz del Niño para elevar la legislación y las políticas públicas para el Desarrollo Integral de todos los niños, niñas y adolescentes, para que puedan gozar de una infancia y adolescencia dignas, cultivar sus mentes y corazones a la luz del ejemplo de una sociedad igualmente digna donde todos tengan un lugar.

Los problemas estructurales del país son las causas finales de estos episodios de violencia, y ellos no se extinguirán hasta retirar el verdadero combustible del fuego que consume las esperanzas de la sociedad chilena. Es la pobreza material e inmaterial la que transforma en cenizas las páginas en que nuestros jóvenes anhelan escribir su futuro.