Mistral y su legado para la Humanidad futura. Por Katherina Calderón Yáñez

marzo 9, 2025

Mistral y su legado para la Humanidad futura

Chile no es un país que reconozca especialmente a las mujeres. Si bien existen muchas mujeres dignas de ser destacadas, existe solo una que ha alcanzado varios primeros lugares, y muchos de ellos, permanecen inalcanzables para otras.  Esa mujer es Gabriela Mistral, quien llevó consigo una carga de lucha, perseverancia y triunfo que la convirtió en un ícono no solo de Chile, sino de toda Iberoamérica y el mundo. Trascendió la esfera de la literatura y se convirtió en una defensora de los derechos humanos. Su lucha por la igualdad, educación y respeto a los derechos fundamentales inundó su poesía, ensayos y labor educativa. Lucila Godoy Alcayaga, entre todas las cosas que ganó, no solo premios y reconocimientos, se ganó el derecho a ser llamada, “la Mistral”, un nombre que evoca respeto, admiración y un legado imborrable.

Autodidacta por naturaleza, Mistral se formó en la vida misma, en las aulas rurales donde enseñó y en los libros que devoró con avidez. Aunque no tuvo una formación académica tradicional, su talento y dedicación la llevaron a convalidar sus estudios en la Universidad de Chile, lo que le permitió ser reconocida oficialmente como profesora. Pero esto fue solo el comienzo de una carrera marcada por la lucha por los derechos humanos, la educación y la igualdad, mucho antes de que estos temas fueran parte de la agenda global. Sus intereses siempre estuvieron vinculados a las carencias y desigualdades que sufrían los niños y comunidades más desfavorecidas, donde reforzó su compromiso con la justicia social.

Mistral no se limitó a la denuncia poética; también fue una activa defensora de los derechos humanos a través de su labor como diplomática y educadora. Como representante de Chile en organismos internacionales, trabajó incansablemente por la promoción de la paz, la justicia y la igualdad. Fue una de las primeras mujeres en ocupar cargos de relevancia en la escena internacional, lo que le permitió abogar por los derechos de las mujeres, los niños y los pueblos indígenas, grupos tradicionalmente excluidos y marginados.

Mistral fue una visionaria. Promovió los derechos humanos antes de que se redactara la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948. Defendió la educación de las mujeres en una época en que este tema era marginal, creyendo firmemente que las jóvenes debían abrirse a «los motivos humanos»: el trabajo, la justicia social y la naturaleza. En 1923, ya hablaba de la necesidad de que las mujeres se organizaran, se vincularan y se conocieran, como un primer paso hacia su emancipación. En su carta al “El Mercurio”, en 1925 titulada «Organización de las Mujeres», Mistral escribió con claridad y firmeza:

«Ser organismo social, es decir, ser una patria, es tener casi la misma calidad de sangre en la frente que las plantas y oponer igual resistencia a la disgregación en cualquier parte del cuerpo. ¡Qué lejos de eso estamos!»

Mistral, fue una figura controvertida para el feminismo de la época, fue crítica de lo que estaba surgiendo a mediados del siglo XX, sin embargo, no se restaba del debate, pues entendía que la organización de las mujeres requería paciencia y humildad, dos virtudes que consideraba esenciales para enfrentar la descortesía y la hostilidad de una sociedad reacia al cambio.

«Para la obra de organización de las mujeres, faltan estas dos cosas, pequeñas y preciosas como la perla: paciencia, humildad. No falta entusiasmo, que anda por todas partes en llamaradas sueltas. Paciencia para insistir tantas veces como horas tiene el día de Dios; humildad para recibir la descortesía y la misa hostilidad de las sociedades reacias a fundirse» (carta La Organización de las Mujeres).

Su visión no se limitaba al presente; estaba pendiente del futuro, de la humanidad futura. Mistral creía en la educación como un pilar fundamental para construir una sociedad más justa y equitativa. Su labor como educadora, diplomática y escritora estuvo siempre guiada por este principio. Fue una defensora incansable de los derechos de las mujeres, los niños y los desposeídos, y su voz resonó en un mundo que aún no estaba listo para escuchar.

Setenta años después de la entrega del Premio Nobel a Gabriela Mistral, su legado sigue vivo. Su vida y obra son un recordatorio de que la lucha por los derechos humanos, la igualdad y la justicia social no es un camino fácil, pero es necesario. Mistral no solo fue una poeta excepcional; fue una mujer que desafió las convenciones de su tiempo, que luchó por los derechos de los más vulnerables y que creyó en el poder de la educación para transformar el mundo. Creía que las mujeres debíamos ser educadas para “los grandes asuntos humanos”, y el primer paso en la organización de las mujeres, era “vincularse para conocerse”.

Este 8 de marzo, la pregunta quizás es: ¿cuáles son los vínculos que nos unen y qué harán posible que nos conozcamos? Vivimos en una sociedad que, quizás como nunca, tuvo tanto espacio a la diversidad, a la individualidad y su manifestación, siendo tan distintas hoy, ¿qué es lo que nos une como mujeres? En principio, nuestra humanidad, sin embargo, ya sea a modo de súplica o recordatorio, Mistral aseguraría: “La humanidad es todavía algo que hay que humanizar”.

Gabriela Mistral se erige como un faro de inspiración. Su nombre no solo representa un premio Nobel o un título honorífico; representa la lucha, la perseverancia y la esperanza de un futuro mejor. Mistral no solo escribió para su época; escribió para la humanidad futura, y su mensaje sigue siendo tan relevante hoy como lo fue ayer.

Katherina Calderón Yáñez,
Lic. en Filosofía